Recitales vs. Festivales

El sábado fui al Personal Fest, casi como un rito, con la idea de querer ver algunos artistas, pero mayoritariamente no de los que estaban en el escenario principal. De pronto, me di cuenta que muchos amigos no tenían ganas de ir, porque no los atraía nadie especialmente. Algo así me pasaba.

Me parece que los festivales donde ponen a 20 bandas bien variadas y repartidas, necesariamente genera esa combinación de apatía sin dejar de trasmitir que es “algo groso”. Al final del Festival, de pronto mirás con qué te quedaste, y seguramente será menos de lo que “algo groso” podría aportarte.

Además, creo que cuando le quieren poner onda abajo, a las cosas que pasan abajo del escenario, terminan restandole onda arriba, a lo que pasa en el escenario, que es donde está o debería estar la onda… Llevan a muchos y uno no terminar de fanatizarse con nada…

Luego de encontrar algunas cosas rescatables (donde destaco a Cultura Profética y su reggae portorriqueño), me preparé para el plato fuerte: Chris Córner. No, Cornell, pero cuando la gente lo aclamaba me hizo acordar al reclamo que cada domingo se hace desde la tribuna…

Algunos fanáticos del grunge pueden querer matarme, pero este muchacho me parece que no tenía alma, o la tenía medio cansada, y no la paseó mucho por Buenos Aires… Tengo la sensación que Cornell va a terminar como JAF, cantando baladas para viejas gordas que van a ser las pendejas esas que hoy están re buenas. (¡¡¡Acordate lo que te digo!!!) Es el típico músico que se hizo músico porque dejaba más minitas que manejar un taxi…

Tiene temas buenos, me gustó Audioslave -probablemente más por Tom Morello y los otros músicos que por Cornell, pero no Chris desentonaba-, pero no me movió un pelo. Y por lo que vi en monitores, tampoco sacudió a más de 30 fanáticos.
Sin embargo, cuando hace el mismo tema en dos versiones distintas, me parece que demuestra que tiene menos composiciones propias y valiosas que Mercedes Sosa (y ojo que a la negra la re banco ehhh).
Conclusión: Extraño aquellos recitales donde uno se mataba por ir más adelante, por “sentir” lo que estaba viendo. Extraño esas ganas de que los músicos no se bajen más, lo cambiaría por la comodidad de la retirada antes de los bises. Extraño también terminar más traspirado y sin tener en claro si perdí algunas de mis pertenencias. Lo cambio por ir sin celular, cámara de fotos, tarjetas de débito y de crédito, pen drive y llavero (¡antes iba con las dos llaves para entrar a casa, 10 pesos y la cédula!). Extraño quedarme afónico y buscar a los amigos con los que había ido para abrazarnos de alegría por lo vivido.
Todavía no se si los tiempos cambian y uno tiene justo derecho a decir lo que digo acá, o si me pasó la primavera. Digo, si los grupos que me emocionaban a mi a vinieron, y no volverán, a menos que hoy hubiera estado en Londres. Como sea, tenía ganas de decir que esto es lo que sentí el sábado.
Sigo participando.
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