El sábado fui al Personal Fest, casi como un rito, con la idea de querer ver algunos artistas, pero mayoritariamente no de los que estaban en el escenario principal. De pronto, me di cuenta que muchos amigos no tenían ganas de ir, porque no los atraía nadie especialmente. Algo así me pasaba.
Me parece que los festivales donde ponen a 20 bandas bien variadas y repartidas, necesariamente genera esa combinación de apatía sin dejar de trasmitir que es “algo groso”. Al final del Festival, de pronto mirás con qué te quedaste, y seguramente será menos de lo que “algo groso” podría aportarte.
Además, creo que cuando le quieren poner onda abajo, a las cosas que pasan abajo del escenario, terminan restandole onda arriba, a lo que pasa en el escenario, que es donde está o debería estar la onda… Llevan a muchos y uno no terminar de fanatizarse con nada…
Luego de encontrar algunas cosas rescatables (donde destaco a Cultura Profética y su reggae portorriqueño), me preparé para el plato fuerte: Chris Córner. No, Cornell, pero cuando la gente lo aclamaba me hizo acordar al reclamo que cada domingo se hace desde la tribuna…
Algunos fanáticos del grunge pueden querer matarme, pero este muchacho me parece que no tenía alma, o la tenía medio cansada, y no la paseó mucho por Buenos Aires… Tengo la sensación que Cornell va a terminar como JAF, cantando baladas para viejas gordas que van a ser las pendejas esas que hoy están re buenas. (¡¡¡Acordate lo que te digo!!!) Es el típico músico que se hizo músico porque dejaba más minitas que manejar un taxi…