Preparando una charla para un taller, me acordé de aquello que siempre se dice sobre no enseñar todo, porque sino los alumnos amenazan el protagonismo (o las fuentes de trabajo) de quien enseña. Sería algo así como “no avivar giles”.
Quienes tienen esa concepción, probablemente se hayan formado antes de los ochenta, cuando existía la sensación de que el conocimiento había llegado a su techo. Es decir, sin ideas nuevas o situaciones de cambios constantes, se producía el efecto de la bandeja de medialunas. Cuando el horno cierra su producción, lo que queda en la bandeja es todo lo que hay. Quien se duerme, se queda sin su porción.
Esto se asimila, en el sentido que si el conocimiento es todo lo que está a la vista, y nada más, pues compartirlo todo nos equipara y nos anula las ventajas sobre quienes están aprendiendo.
Nada más disparatado en los tiempos que corren que esa idea. Porque el conocimiento tiene movimiento, y la tecnología está ayudando a que así sea. La revolución social que está causando la inclusión de tecnología en los quehaceres cotidianos de la vida, traen consigo un sinnúmero de cuestiones, de problemas que antes no existían, de dilemas que antes no se planteaban. Así, surgen nuevas cuestiones que hacen que el conocimiento tal como lo teníamos hasta ahora, pueda compartirse y así y todo, dentro de un año no vamos a estar con las mismas ideas. La bandeja de facturas tendrá más cantidad y más opciones.