No tengo la menor idea de cuántos éramos, pero sin dudas era un batallón de estudiantes. El primer año me tocó todos varones y de uniforme, pero al año siguiente ya fue un año full democracia, y con los aires de liberación llegaron las chicas -que usaron jumper apenas unos meses- y luego volaron los uniformes, las corbatas y la mayoría de los escuditos (Aunque al mio lo conservo desprendido de la felpa que venía con el gancho para prendérselo).
Insisto: no puedo precisar el número, pero la sola idea de una esquina tomada de estudiantes, por El Salvador, por Humboldt, creo que ya ofrece una imagen… ¿700? ¿900? ¿1.200?
Y no era el Avellaneda solamente. El Naciones Unidas -lindante con el edificio donde regresaba cada tarde- tenía a su mayoría de chicas, de guardapolvos blancos, con apenas algunos chicos. Y eran cientos.
Hoy al mediodía, los chicos de ese mismo colegio hicieron una vuelta olímpica al estilo Nacional Buenos Aires, pero con aires de pobre. Pobre no sólo por la diferencia de status, sino principalmente por la carencia de alumnos. Miré desde arriba, y no serían más de 80 los que estaban en el horario más concurrido, el del recambio de turnos. Pensé en los demás colegios, y la imagen no difiere: tampoco voy a arriesgar más cifras, pero la imagen no es la misma que hace 20 años, cuando dos calles se aborrataban de pibes tan vagos como antes y como ahora, pero que al menos tenían acceso al estudio.